Viviendo las vidas de otros en el interior de una película

Von TERESA SESÉ BARCELONA

02.07.2021 / https://www.lavanguardia.com

¿Película transitable? ¿Exposición desbordada? ¿Teatro expandido? Cualquier intento por categorizar Urban Nature , la nueva obra inmersiva de Rimini Protokoll en el CCCB parece abocada al fracaso, pero poco importa en este caso. La experiencia es tan subyugante que durante algo más de cincuenta minutos te saca de tu vida para vivir la de siete personas reales, siete barceloneses con los que nos sentaremos en la barra de un bar o en la mesa de reuniones de una asesora financiera, nos tumbaremos en las literas de un albergue para los sin techo y entraremos en los talleres de una prisión donde los internos fabrican piezas industriales. Ellos son los protagonistas, nosotros los actores.
Rimini Protokoll es una de las compañías más innovadoras del teatro europeo. En 2017, y dentro de la exposición Después del fin del mundo , presentaron Win-Win , un juego escénico difícil de olvidar sobre las especies ganadoras y perdedoras en la crisis climática que hacía que nos sintiéramos insignificantes frente a un acuario de medusas. Y el pasado año volvieron a impactar en Temporada Alta con Uncanny valley (El valle inquietante) cuyo protagonista era un humanizado robot. Ahora regresan con un estreno mundial, producido por el propio CCCB en torno a las diferentes maneras de vivir (y de sobrevivir y coexistir) en la ciudad, que estará abierta hasta el 19 de septiembre y forma parte del Grec. “Barcelona se ha perdido tantas cosas de esta compañía que habrá que recuperar el tiempo rápido”, reconoce el director del festival Cesc Casadesús.
“¿Cuál es la última vez que os saltasteis la ley?” “¿Cuántas personas de vuestra ciudad conocéis?” “¿El capitalismo os funciona?” Con estas y otras preguntas en el aire el visitante se adentrará en un recorrido por diferentes escenarios donde conoceremos la historia de Enric Tello, catedrático de historia de económica y ambiental que en una plaza pública reflexionará sobre el agua como un derecho humano -“el agua y el dinero no deberían ir juntos”, nos dice cuando alguien lanza una moneda a la fuente– y el futuro de las ciudades –“¿si todo el mundo abandona las ciudades, quién quedará? ¿Aquellos que no se puedan marchar?”–; Miguel, asesor de una plataforma digital de reparto de comida, habla desde el bar del aeropuerto de un mundo en el que la gig economy posibilitará que nadie tenga que moverse. 
Un billete al futuro nos llevará al dormitorio de un albergue para personas sin hogar donde Siham explica que “en la calle tienes que dormir con un ojo siempre abierto”; Leyla, una niña del Raval, se pregunta “por qué los adultos han construido ciudades tan peligrosas en las que sus propios hijos no pueden caminar solos”; Calamanda, entre partida y partida en una cancha de tenis, nos invita a su oficina con vistas a la ciudad; Christian, funcionario de prisiones pluriempleado en una funeraria, dice que al fin y al cabo una cárcel es una miniciudad con todos los servicios y Camila relata su viaje de diseñadora gráfica a cultivadora de marihuana en su vivienda para poder estar con su hijo de cinco años.
Los vemos a través de las pantallas, y vemos también a los que han estado antes que nosotros gracias a una compleja tecnología que posibilita también que algunos visitantes , armados con auriculares y una tableta, representen los diferentes personajes. “Salimos de un periodo de aislamiento y de una crisis que nos ha hecho ver a los demás como un peligro. Espero que la pieza logre que la gente se dé cuenta de que escuchar a personas que están fuera de nuestros círculos cercanos es una parte importante de la utopía que las ciudades pueden representar”, señala Stefan Kaegi, una de las integrantes del colectivo junto a Helgard Haug y Daniel Wetzel.

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