Todos somos especialistas

Rimini Protokoll y la reconstrucción de la realidad

By Milo Rau

17.02.2004 / Neue Zürcher Zeitung

Desde hace algún tiempo, tres ex alumnos del Institut für Angewandte Theaterwissenschaften [Instituto de Ciencias del Teatro Aplicadas] de la Universidad de Gießen –Helgard Haug, Stefan Kaegi, Daniel Wetzel- hacen que teatro y espacio público confluyan el uno en el otro. Su materia: la realidad, la vida.


“Si fuera preciso caracterizar el actual estado de las cosas”, escribe Jean Baudrillard, “diría que se trata del posterior a la orgía”. Posterior a la orgía –éste no es un estado precisamente gracioso, pues sugiere que no resta esperar nada. Las puestas en escena se han liberado, las utopías han sido ensayadas sin excepción. El hastío y el sarcasmo proliferan –la pieza dramática se ha evaporado en medio del clima de fiesta. Incluso la muerte, dice Baudrillard con desagrado manifiesto, incluso el mal, de alguna manera se ha vuelto casual e imperceptible.

No es un buen estado de cosas, tampoco para el teatro. Ni siquiera las criaturas salvajes como los cuerpos que Schlingensief puso en escena primero desnudos, luego equipados con megáfonos, consiguen despertar a la audiencia del sueño de la decantación estética – De cualquier modo todo eso no es real, y aunque lo fuera. Incluso el shock, por excelencia la vía del conocimiento, queda entrampado en el aplauso asegurado de antemano.
Sólo un idiota creería lo que los respectivos encargados de la prensa nos quieren hacer creer: que es la realidad, la lacra de la vida, la que es llamada a subir a escena.



¿Realidad o ficción?
De inusual serenidad e infatigables, los trabajos del colectivo de directores Rimini Protokoll se presentan en medio de lo más estridente del teatro documental. En su última producción Zeugen! [¡Testigos!], en el teatro Hebbel am Ufer (HAU) que dirige Matthias Lilienthal, llevan a escena una reproducción de la vida real en toda su paleta de colores: dos actores secundan a un puñado de laicos en la reconstrucción de aquello que sucede a diario en los tribunales de Berlín. Se levantan actas de los hechos, lo supuesto se carea con lo probable, se incluyen citas del código penal. Una y otra vez se transita la línea entre lo real y lo ficticio hasta que ésta desaparece en la (impronunciada) sentencia.

“Las descripciones imprecisas tienen mayor probabilidad de ser verídicas que los procesos lógicos”, explica un abogado defensor mientras que una jueza escabina enseña su hobby -zurcir mantas tejidas- y un carpintero se explaya acerca de los diferentes equipamientos de las salas: un panóptico de la real maquinaria del poder judicial, puesto sobre el pedestal del escenario. Aun cuando al final los dos actores se quitan la peluca y los laicos se inclinan hacia delante como actores: lo que queda es un sentimiento de perturbación. Es que uno acaba de ser testigo de un confuso procedimiento; la confección de aquello que es real, narrado de boca de los verdaderos profesionales de la ilusión: no de artistas, sino de los distendidos, cotidianos expertos en justicia.

Ya no representar la realidad, ya no dramatizarla, sino ponerla en escena y experimentar a ver “qué pasa”; tal es la intención del equipo de directores Helgard Haug, Stefan Kaegi y Daniel Wetzel que se conocieron mientras estudiaban en el Instituto de Ciencias del Teatro Aplicadas de la Universidad de Giessen y realizaron allí mismo sus primeros proyectos con laicos. “Aguzar la mirada sobre la teatralidad de la cotidianidad”, mostrar lo que está ocurriendo en otro lugar; volver a hacer del teatro un medio totalizador que haga en escena una síntesis conciente de lo que en la realidad se encuentra disperso y descontextualizado: de esta premisa surge el nuevo carácter, exquisitamente montado, de su teatro documental.

Al inicio de cada proyecto, su punto de partida no es un texto, sino una investigación minuciosa, el “interés por un lugar, un sistema o ritual que acontece en un lugar determinado”. En el caso de Kreuzworträtsel Boxenstopp [Parada a boxes Crucigrama], montada en 2000 en el Künstlerhaus Mousonturm de Francfort, convocaron a cuatro señoras de unos 80 años del hogar de ancianos vecino y confrontaron sus condiciones de vida con las de corredores de automovilismo. En el hogar, los directores participaron de ejercicios de entrenamiento de la memoria e interrogaron a los empleados; luego, se dirigieron al autódromo de Nürburgring y entrevistaron a los jueces de pista y mariscales en los boxes; de este modo, los destinos de las carreras y la vejez se entretejieron en una misma puesta en escena. Para Dead Line (2003) –que será repuesta a partir del 3 de junio en la Gesnerallee zuriquense y cuyo tema principal es la muerte- recogieron estadísticas sobre las causas y lugares de defunción, experiencias de parientes, testimonios sobre el día a día en el hospicio para enfermos terminales, datos sobre cómo se organizan los entierros.

Sobre el escenario no colocaron actores sino a los mismos especialistas en la muerte: una preparadora de cadáveres, un tallador de piedras conmemorativas para sepulcros, una música y un orador de funerales. El efecto de estupor sobrevino cuando menos se lo esperaba, pues quienes actuaban no estaban mostrando aspectos de la realidad, sino que encarnaban la realidad misma: lo que se mostró fueron las indicaciones de dirección del fallecimiento real. Quien hablaba, lo hacía con conocimiento de causa. Así, a uno de los intérpretes sólo se lo pudo ver dirigirse a la audiencia a través de la pantalla de video: el médico le habría desaconsejado participar en vivo pues su estado era delicado…

Rimini Protokoll saltó a la fama de la mano de un proyecto que estuvo a punto de no realizarse. En Deutschland 2 [Alemania 2] la propuesta era reproducir en vivo en el antiguo parlamento de Bonn el debate parlamentario de Berlín. Por medio de castings se eligieron, de entre los ciudadanos de Bonn, unos 200 representantes de los representantes del pueblo. La idea era grabar y copiar los discursos políticos para reproducirlos de boca de los ciudadanos; una lección sincronizada de democracia. Sin embargo, el entonces Presidente Federal y presidente del Parlamento Thierse vio amenazada con esto la dignidad del Parlamento y prohibió el uso de la vieja sala plenaria (que en cambio sí se alquilaba a empresas y asociaciones de carnaval). Finalmente el proyecto se realizó en la Schauspielhalle de Bonn, con un impresionante eco en los medios.


Bajo sospecha de realidad

Rimini Protokoll no sólo crea copias teatralmente aguzadas de lo que en encuentra en el lugar al llegar, sino que también reconquista el espacio público. Gran parte de las acciones desarrolladas de la mano de los proyectos de investigación abandonan los seguros límites de la sala teatral. Los espectadores son colocados en edificios y provistos de binoculares y auriculares para que observen procedimientos que en parte corresponden a la puesta en escena pero que en parte están ocurriendo realmente: personas que hablan por teléfono, taxistas, rateros. Al aguzar la mirada lo que sobreviene es una paranoica sensación de inseguridad: ¿Se está dando testimonio de lo que ocurre o esto está siendo inventado, qué es real, qué manipulado?

Pues cuando interviene Rimini Protokoll todo se vuelve a la vez real y sospechoso. No es una dramaturgia dada previamente lo que asegura la diferenciación entre arte y realidad, sino que es el mismo espectador el que deviene un especialista y ha de seguir las huellas que le permitan identificar los criterios de autenticidad y puesta en escena. “Por una vez queremos bajarle la velocidad a la maquinaria teatral”, así describen los tres de Rimini Protokoll su trabajo. Lo que les importa no es un mero juego vanguardista de las formas, sino una “socialización” radical de los contenidos. El teatro debe volver a ser un observatorio de aquello que se encuentra “ahí afuera”.


El mejor arte, así podría sintetizarse el credo de Rimini Protokoll, es la realidad misma: copiada, rearticulada en sus componentes, un reflejo de sí misma, puesta ante el ojo crítico del espectador. “El teatro es un medio del cual uno se puede valer para transportar contenidos”. Así de simple, de modesta y radical es la premisa de Rimini Protokoll. La orgía continúa. Cuando de la vida se trata, somos todos especialistas.

Milo Rau

La versión original de este artículo puede leerse en: <http://www.nzz.ch/2004/02/17/fe/page-article9EC0P.html>http://www.nzz.ch/2004/02/17/fe/page-article9EC0P.html


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