FIBA: La escena del mundo en Buenos Aires

El jueves, en el Teatro San Martín, comenzará el Festival Internacional de teatro, con obras de varios países, que se presentarán en 38 sedes. Habrá espectáculos al aire libre.

Von Juan José Santillán

03.10.2017 / Clarín

Clarín

El jueves comenzará en el Teatro San Martín el 11° Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), que se realiza cada dos años en la ciudad. Esta edición presentará 65 obras de teatro en diferentes formatos hasta el 21 de octubre. La programación tiene algunas definiciones muy marcadas en la selección de los espectáculos que serán exhibidos en las 38 sedes de la ciudad. 

Por un lado, habrá obras de sala como la apertura con el musical The Tiger Lillies Perform Hamlet, con actores daneses que presentarán en el San Martín su versión del clásico de Shakespeare. Por otro, se incorporaron una serie de experiencias que apuntan a remarcar el aspecto vivencial del espectador en diferentes espacios y duraciones. En este sentido, el cierre del FIBA, por ejemplo, será con una versión de 2666, la novela de Roberto Bolaño, que durará doce horas. Además, obras como Remote Buenos Aires convierte partes de la ciudad como escenario, en un recorrido que involucra a 50 espectadores. 

Esta propuesta del colectivo alemán Rimini Protokoll -que repetirá varias funciones durante el FIBA- sitúa al espectador en diálogo con un dispositivo acústico de inteligencia artificial. A través de auriculares, una voz desplegará para el espectador distintos relatos y situaciones en diferentes espacios emblemáticos de la ciudad como el cementerio de la Recoleta o el Obelisco. 

El suizo Stefan Kaegi es uno de los fundadores de Rimini Protokoll, grupo que firmó sus espectáculos con este nombre desde 2002, aunque sus directores (Helgard Haug y Daniel Wetzel, además de Kaegi) trabajaban juntos desde 2000. Desde entonces fueron distinguidos en su país y es uno de los colectivos reconocidos por el premio Europa Teatro (UNESCO). 

El tipo de teatro que realizan cruzó en sus inicios el documento y la ficción. De hecho, uno de sus primeros trabajos se basó en la reproducción de discursos del parlamento alemán a cargo de pobladores, una experiencia que tuvo pedidos de censura. 

Kaegi estuvo por primera vez en Argentina hace 17 años realizando en la ciudad de Córdoba un trabajo que consistió exhibir en una vidriera pública a tres porteros cordobeses. Luego realizó un Biodrama en el Sarmiento con trabajadores del zoólogico de Buenos Aires. Para Rimini Protokoll el teatro no es una representación; es, ante todo, una experiencia, en muchos casos colectiva. En ese lugar reside la condición política de su reflexión sobre el arte que trasciende las fronteras del teatro convencional. 

Entre los últimos trabajos del grupo, en Alemania, se encuentra una tetralogía sobre la posdemocracia. Explica Kaegi que para este proyecto partieron de la siguiente pregunta: “¿Por qué hay políticos elegidos que no tienen ni siquiera el poder de hacer las cosas por las que fueron votados? Hay otros poderes reales que están moviendo el mundo detrás de la cortina democrática. La primera obra de esta serie fue sobre los Servicios de Inteligencia; la segunda, sobre la mafia de las constructoras que transforman la ciudad más que cualquier alcalde; luego abordamos el tema de la Democracia en Internet y las mayorías súbitas que surgen en las redes; y la cuarta, y última, que estrenaremos el año próximo, es sobre el Foro Económico de Davos y el lobby como práctica.” 

Sin embargo, Remote Buenos Aires va en otra línea. De algún modo es una reflexión sobre la tecnología y los vínculos humanos. Se trata, además, de una experiencia que viaja por diferentes ciudades del mundo: Houston, Taipei, Santiago de Chile, entre otras. 

-¿Cómo definís este trabajo? ¿Espectáculo? ¿Performance? ¿Obra? 

-El término performance no me interesa porque viene de los artes plásticas que sacralizan una serie de rituales. Este no es el caso. Puede ser llamado espectáculo, otros la definen como algo vinculado al video juego, por eso de intentar llegar a distintos niveles. Para los que participen será un espectáculo que toma a la ciudad como escenografía, donde todo lo que construimos es acústico. Todo el diseño sonoro que acompaña al espectador tiene una complejidad similar a la banda sonora de una película. 

-¿Qué aporta el sonido como material a un espectáculo de este tipo? 

-Tenemos un largo pasado de trabajar con la acústica, lo hemos hecho bastante para la radio. Cuando hablamos de obras en espacio público hay una tendencia de grupos franceses o polacos que lo usan de forma espectacular, con gritos y cosas demasiado visibles. Nosotros lo hacemos de un modo más imperceptible. Habitualmente se ven muchos auriculares en el espacio público, pero pertenecen a personas que están hablando con alguien o que escuchan su música. Y lo hacen solos. En Remote Control eso no sucede, se comparte un espacio público sonoro con cincuenta espectadores. Es una platea caminando que sale a la luz y no se esconde en una sala de teatro. 

-¿Qué reflexión sobre la tecnología plantean en este trabajo? 

-Investigamos cómo se desarrolla una sociedad cuando los algoritmos toman decisiones por nosotros: desde calendarios que nos dicen cuándo y dónde tenemos que estar, motores de búsqueda en Internet que deciden por nosotros cuáles son los resultados más aptos teniendo en cuenta lo que hemos buscado antes; hasta destinos de viajes que nos proponen en relación a nuestro pasado digital. Esto transforma nuestra existencia y es la temática de esta obra que tiene como protagonista una inteligencia artificial. 

-¿Adaptas algo a la ciudad de Buenos Aires, o es un formato que ya montan con autonomía de las ciudades donde se presentan? 

-Se adapta mucho al lugar. Hace seis años realizamos Ciudades Paralelas, un festival donde me interesó plantear cómo viajar con obras sin grandes escenografías ni ensambles, para que el dinero no se gaste en logística sino en poder estar más tiempo en determinado lugar. El equipo que creó Remote Buenos Aires, por ejemplo, pasó tres semanas reescribiendo, buscando lugares, textos, registros de audios de esta ciudad. Es muy distinta a la experiencia de Remote Taipei, en Taiwán. 

-Tu primer trabajo fue como periodista, ¿eso definió de algún modo el tipo de teatro que desarrollaste? 

-Como periodista me encantaba pasar mucho tiempo con personas que no pertenecen a mi círculo de amigos. Pero el periódico no me parecía sustentable: todo perduraba poco, las noticias se leían y se olvidaban enseguida. En mi época en el periodismo se entablaba la comunicación en una sola dirección: se escribía y automáticamente se leía. Lo que me interesó con Rimini Protokoll fue, además de abordar lo documental, algo que finalmente se liga al periodismo: crear una intensidad para una determinada duración. Eso es lo bonito del teatro: captar la atención de un grupo de personas que, durante sesenta o noventa minutos, se olvidan de todo. 

-¿Cuál es la idea sobre teatro que hay en "Remote Buenos Aires"? 

-Hay varios aspectos. Por un lado, el ritual de un tour de audio colectivo que tiene algo de conspiración. Hay un segundo nivel de público: aquellos que ni siquiera saben que, en ese momento, en la ciudad existe una obra; en este caso, gente que de pronto pasa por el Obelisco y ve a un grupo de cincuenta personas bailando durante dos minutos para luego desaparecer. Para ellos esa obra podría ser una forma de monumento público. Creo que Remote..., en estas escenografías sutiles y colectivas, también genera un espectáculo efímero. 

-¿Esa condición efímera se vincula con la convención teatral? 

-Claro. Los urbanistas pasaron mucho tiempo construyendo ciudades con acero concreto, vidrio; materiales fijos pensando en permanecer en el tiempo. Pero el ser humano es mucho más efímero y es interesante pensar el teatro en función de una arquitectura que no sea perdurable. 

-¿Cómo te imaginás el teatro del futuro? 

-Quizás no deberíamos ir demasiado lejos porque no sabemos si el ser humano existirá dentro de cincuenta años. Hace poco, en Viena, vi un robot humanoide que me recitó un texto hermoso sobre la convivencia. Y tengo la certeza de que vamos a ver cada vez más obras con robots. También me interesa una especie de teatro químico. Hasta ahora hemos usado las drogas de un modo muy ingenuo, y creo que en el futuro las sustancias químicas se van a funcionalizar en formas más narrativas. También, seguro, habrá teatro de seres humanos para seres humanos. Dado que estamos pasando más tiempo frente a Skype, el celular o una computadora, el teatro sigue siendo una forma viva que nos hace reflexionar sobre nuestra forma de relacionarnos. Incluso, creo que ni el miedo y la fobia hacia el otro, o el peligro de los nacionalismos que está aflorando en el mundo, nos impida encontrarnos para ver una función de teatro. 

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